6 pistas para entender mejor las respuestas emocionales de los docentes

La personalidad de cada profesor, sus experiencias previas y sus metas profesionales tienen un papel muy importante en las emociones que viven dentro y fuera del aula.

El siguiente artículo fue escrito por Álvaro Marchesi, catedrático en Psicología Evolutiva, exministro de Educación en España y autor de SM. Fue publicado originalmente en EDUforics, el blog educativo de Fundación SM.

La inmensa mayoría de los docentes constata día a día el papel crucial que las emociones ocupan en su actividad profesional. La preocupación, el conflicto, la satisfacción, el afecto, el cariño, la ilusión, la frustración o la desesperanza son otras tantas experiencias que puede vivir el docente en un día de trabajo, bien con sus alumnos, con sus familias, con el equipo directivo o con algunos de sus compañeros.

Es importante destacar que las respuestas emocionales de los docentes pueden ser diferentes ante situaciones similares. La personalidad de cada profesor, las experiencias anteriores vividas y las metas que se plantea en su actividad docente tienen un papel muy importante. Lo que para uno es un conflicto y la expresión del deterioro de la educación, para otros es un suceso propio de la labor docente que ha de resolverse para mejorar el aprendizaje de los alumnos o el funcionamiento del centro escolar.

Pero no solo cada profesor reacciona de forma específica ante las situaciones generadoras de emociones. También el contexto educativo en el que el profesor desempeña su trabajo influye en la forma de responder a los retos planteados. Por una parte, en los centros situados en entornos más desfavorecidos existe un mayor riesgo de continuas situaciones complicadas. Por otra, en aquellos con buen liderazgo y cultura de colaboración, las probabilidades de que un profesor pueda hacer frente a un conflicto con menor coste afectivo se incrementan.

En este marco, vamos a apuntar seis pistas (Marchesi, 2007) para comprender mejor las respuestas emocionales de los docentes:

1. La influencia de la historia personal y profesional

La personalidad del docente se manifiesta habitualmente de forma similar en su vida social y familiar y en su actividad profesional. Además, ambos entornos manifiestan una estrecha interacción. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que los motivos, los proyectos y la historia profesional del docente, modelados a su vez por el contexto educativo en el que ha desempeñado su trabajo, influyen en las emociones vividas en la tarea educativa. No es extraño, por ello, encontrar en ocasiones reacciones emocionales diferentes en el ámbito socio familiar y en el educativo.

 

2. Las relaciones con los compañeros

Las relaciones positivas con los demás profesores o, al menos, con buena parte de ellos es la dimensión más importante para sentirse motivado y satisfecho en el trabajo educativo. Y no es solo por la gratificación que estas vivencias positivas conlleva, sino porque son ellas las que contribuyen en mayor medida a enfrentarse con más seguridad a las tensiones que se producen inevitablemente con los demás sectores de la comunidad educativa.

Hargreaves (1988) señaló cuatro ámbitos en los que se concretan estas vivencias: reconocimiento, apoyo, cooperación y confianza. La ausencia de algunos o de todos ellos conduce a una crisis de la autoestima del docente, a una pérdida progresiva del sentido de su trabajo y a un creciente aislamiento. Estos cuatro ámbitos dependen también de la propia competencia del docente, de su participación en la tareas comunes y de su capacidad de estar disponible y de colaborar con los otros.

3. Las relaciones con los alumnos

La demanda de enseñar mejor a todos los alumnos en un tiempo en el que todos ellos están en el sistema educativo hasta al menos los 16 años incrementa la exigencia a los profesores. Las diferencias sociales, culturales, personales y académicas que los alumnos manifiestan en el aula hacen hoy más difícil que en el pasado enseñarles y orientarles.

Los alumnos disruptivos o con problemas de conducta suelen generar en los profesores las vivencias más negativas. La dificultad de gestionar estos conflictos afectan no solo al trabajo habitual del docente con su grupo de alumnos, sino también a su propia estabilidad emocional. Estas situaciones son una buena prueba para comprobar la competencia profesional del docente y el apoyo que recibe de sus compañeros.

También existen emociones positivas y continuadas en la tarea docente. Posiblemente la más relevante sea la satisfacción por los progresos de los alumnos, cuando los docentes comprueban que sus estudiantes alcanzan las metas esperadas o que los más retrasados, desmotivados o conflictivos avanzan o se reincorporan al proceso de aprendizaje.

Junto con esta satisfacción, tiene también un indudable impacto emocional el reconocimiento de los propios alumnos de la labor positiva del docente hacia ellos. Una experiencia que se acrecienta cuando alguno de ellos, pasado los años, nos manifiesta su agradecimiento porque fuimos importantes en su vida.

4. Las relaciones con las familias

Una de las tareas que han de llevar a cabo los docentes para favorecer la educación de sus alumnos es la colaboración con las familias. La satisfacción o insatisfacción con esta relación depende de múltiples factores: las características de las familias y de los profesores, las creencias sobre el papel de los unos y de los otros en la educación y en el proceso de enseñanza y de aprendizaje, y el estilo de relación que se establece entre ambos. Cuando esta relación se considera complementaria y se establece en forma de colaboración y de intercambio de experiencias y propuestas, suele ser más gratificante que cuando la creencia dominante se basa en que las familias deben aceptar las indicaciones que los docentes transmiten.

En este intercambio de perspectivas y de expectativas juega un papel importante el hijo/alumno. Sus aprendizajes, su comportamiento, la relación que mantiene con los compañeros y los docentes, pero también en el seno de su familia, así como las informaciones que transmite, afectan a la dinámica emocional que está presente en las relaciones entre la familia y el docente.

La colaboración leal, confiada y responsable entre los docentes y las familias es una fuente de satisfacción profesional. Por el contrario, la ausencia de comunicación, la dificultad de llegar a un acuerdo o el olvido de los compromisos alcanzados generan en los docentes disgusto e indefensión, sobre todo si comprueban los efectos negativos de esta situación en el aprendizaje de los alumnos.

5. La micropolítica en la escuela y el impacto de las reformas

Determinadas tensiones que viven los docentes proceden de los conflictos en el centro para conseguir más influencia o para lograr un mejor estatus profesional o mejores condiciones laborales. Es lo que Ball (1989) denominó hace años la micropolítica en la escuela. Aunque es algo habitual en todas las organizaciones, no por ello deja de ser en ocasiones desagradable. Solo cuando existen cauces establecidos aceptados por todos para resolver los conflictos, se pueden limitar e incluso evitar sus posibles efectos perjudiciales.

Los programas de reforma de las administraciones educativas tienen también el riesgo de provocar intranquilidad y temor. Estas reacciones emocionales suelen producirse en gran medida por la falta de información y por la desconfianza de los docentes en que estas reformas tengan los medios y los apoyos suficientes para mejorar la calidad de la enseñanza y sus condiciones de trabajo.

6. La disposición y las condiciones para hacer frente a los conflictos

Las reacciones emocionales de los docentes derivan, como hemos apuntado en la primera pista, de la disposición del docente, de sus motivos y de su proyecto. Pero también dependen de la cultura escolar y, dentro de ella, de la cultura emocional. Las actitudes y relaciones entre los profesores, sus expectativas, sus compromisos, las formas de colaboración, las relaciones con la autoridad y sus actividades compartidas configuran en gran medida la cultura emocional de un centro.

Entre todos los factores que pueden contribuir a la cohesión, a la complicidad y a la colaboración en un centro se puede destacar uno: la confianza. A través de ella se genera seguridad, satisfacción en las relaciones personales y autoestima, lo que permite enfrentarse con más tranquilidad a los retos habituales de la profesión docente. De esta forma y poco a poco se va construyendo la identidad profesional.

En esta tarea de construir en los centros una cultura emocional basada en la colaboración y en la confianza mutua, la acción de los equipos directivos ocupa un papel fundamental. También la de los propios docentes, que han de ser conscientes de que la preocupación por el bienestar de los otros es el mejor camino para el bienestar personal.

Fuente: EDUforics

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