
Durante el curso escolar 2024-2025, distritos de varios estados de Estados Unidos han decidido retirar o limitar el acceso a dos de las obras más emblemáticas de Gabriel García Márquez: Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera. La medida forma parte de una ola de censura educativa que, según los datos más recientes, ha afectado a casi 4.000 títulos en 87 distritos escolares repartidos en 23 estados.
https://x.com/PENamerica/status/1978174734119440757
Los datos recopilados por la organización PEN America revelan que entre julio de 2024 y junio de 2025 se registraron 6.870 casos de prohibiciones o restricciones de libros en las escuelas públicas del país. Aunque esta cifra representa una leve reducción respecto al año anterior, el fenómeno se ha convertido en un patrón persistente. La organización advierte de una “normalización preocupante” de la censura en el ámbito educativo estadounidense.
«Es crucial que defendamos el derecho a leer libremente. La historia nos ha demostrado, una y otra vez, que la libertad de expresión es la primera línea de defensa contra el autoritarismo. Cuando se impide que los libros lleguen a las manos de las personas, se les está negando la capacidad de imaginar un futuro diferente, más justo y más libre. El poder de un libro radica en su capacidad de transformar y de liberar a quienes lo leen.»
La Prohibición de Libros: Una Amenaza a la Libertad y un Regreso al Pasado Oscuro del Fascismo
En un mundo donde el acceso a la información debería ser considerado un derecho fundamental, la reciente ola de prohibiciones de libros en escuelas y bibliotecas de los Estados Unidos es un recordatorio alarmante de cómo el control sobre la lectura es una herramienta de opresión. Entre los títulos más recientes en la lista de libros prohibidos se encuentra Cien años de soledad, la obra maestra de Gabriel García Márquez, junto con más de 4,000 otros libros, que se han convertido en el blanco de un ataque directo a la libertad intelectual. Lo más perturbador de estas prohibiciones no es solo la censura de obras literarias, sino lo que representa: un regreso a prácticas autoritarias que buscan despojar a las generaciones más jóvenes del derecho a cuestionar, pensar libremente y, en última instancia, ser ciudadanos críticos de su entorno.
La prohibición de libros nunca es solo una cuestión de palabras impresas; es una manifestación del control del pensamiento. En el caso de Cien años de soledad, una de las novelas más significativas del siglo XX, se busca silenciar una de las obras literarias más influyentes de la historia, escrita por un autor que reflexiona sobre el destino, la historia y la condición humana. Sin embargo, ¿por qué una obra tan universal se convierte en una amenaza para algunos sectores de la sociedad? La respuesta es clara: la lectura libera. El contenido de un libro puede desafiar las normas, cuestionar el poder establecido y despertar en los individuos la capacidad de pensar por sí mismos.
Este tipo de censura no es algo nuevo. La historia está llena de ejemplos de regímenes autoritarios que han entendido la importancia de controlar el acceso a las ideas a través de la prohibición de libros. En la Alemania nazi, por ejemplo, se llevó a cabo la quema de libros en 1933, con el objetivo de erradicar obras consideradas «no alemanas» o «subversivas». Autores como Thomas Mann, Bertolt Brecht y Franz Kafka fueron víctimas de esta censura, porque sus palabras representaban un peligro para la ideología dominante. En la Unión Soviética, la censura y las listas negras también tuvieron el mismo objetivo: suprimir todo aquello que pudiera incitar al pensamiento libre y a la disidencia política.
Lo que sucede hoy en día en los Estados Unidos, en pleno siglo XXI, no es tan diferente. A pesar de que el contexto histórico y político ha cambiado, el objetivo sigue siendo el mismo: controlar lo que las personas pueden y no pueden leer. Es el mismo impulso autoritario que llevó a la quema de libros en tiempos de Hitler o a la censura en la era soviética. La diferencia es que ahora se disfraza de «protección de los valores familiares» o de «salvaguarda de la moralidad», pero la esencia es la misma: limitar el acceso a ideas que desafían el statu quo.
Los efectos de estas prohibiciones son profundamente problemáticos. Los libros no son solo un conjunto de palabras; son ventanas a otros mundos, instrumentos de empoderamiento y medios para despertar la conciencia crítica. Cuando un gobierno o una institución decide qué libros pueden ser leídos, lo que realmente está haciendo es limitar la capacidad de las personas para explorar, cuestionar y formar sus propias opiniones. Es un acto de control sobre la mente humana, una forma de fascismo cultural que recorta las alas de las generaciones más jóvenes.
Si el conocimiento es poder, la lectura es su llave. Cada página leída es una oportunidad para ver el mundo desde una perspectiva diferente, para entender las luchas y los triunfos de otros, y para aprender de los errores del pasado. Libros como Cien años de soledad no solo son obras literarias, sino también documentos históricos, filosóficos y culturales que brindan una comprensión profunda de la humanidad. Prohibirlos es un acto que va más allá de la censura; es un intento de borrar el pasado y el futuro de una sociedad que debería estar en constante evolución.
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