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Narrativas del Paro en Colombia

FUNLAZULI 6:49 AM Opinión
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Por: Natalia Díaz

Narrativas del Paro en Colombia | Parte I

Se dice que lo malo se olvida primero, como mecanismo de la mente para la supervivencia, pues concentrarse en las experiencias traumáticas hace que nos enfermemos sin remedio. Tal vez por ese motivo es que los colombianos, en general, tenemos poca memoria y poca participación en los cientos de marchas y manifestaciones de protesta que se han hecho contra todas las injusticias que se producen en este país, desde que somos país.

Entre los ciudadanos de mi generación, los milenials, se tiene un vago recuerdo de lánguidas caravanas de sindicatos y víctimas que programaban sus recorridos por las calles de las ciudades de forma periódica y sin mucha trascendencia, o no más de la que le daban los medios que las cubrían.

Pero cuando hablamos de eventos extraordinarios, esos sí tienen la virtud de perdurar en la mente e influir en la construcción colectiva de la sociedad. El primer gran evento de impacto para los televidentes, en cuestión de protestas, será obviamente la marcha de Un millón de voces contra las FARC- año 2008, organizada por las empresas y el expresidente Uribe, en la que efectivamente al menos un millón de trabajadores y población en general, llenaron las calles y las pantallas con el color blanco y el clamor para que los malos pararan sus maldades y se rindieran de una vez por todas.

El camino natural de esta protesta derivó en los Acuerdos de Paz y la genial idea del siguiente presidente Juan Manuel Santos para refrendar estos acuerdos mediante una votación, en el año 2016, en la que perdió el SI a la Paz en un dramático e impensado empate. ¿Por qué los colombianos no quieren pactar la paz con los malos, si parece tan buena idea? Nos preguntamos los miles de bogotanos que llenamos la Plaza de Bolívar a gritar arengas contra Uribe (quien dijo NO a la paz) y ser transmitidos en directo para todo el mundo con la ayuda de luces profesionales y drones con cámaras.

¡Qué malo que es Uribe, con todos esos escándalos de corrupción de su gobierno que le destaparon los medios durante el periodo Santos y con su NO a la Paz! Y mira todas las injusticias que han cometido polis, soldados y paras en esa lucha contra los bandidos y el control de los territorios. Las ya consolidadas redes sociales de internet se empiezan a llenar de denuncias y del mensaje de Jaime Garzón diciéndole a los jóvenes que, si ustedes no asumen la dirección de su propio país nadie va a venir a salvárselo, pero nadie. Empieza la protesta social virtual. Pero antes, todavía le alcanza a Uribe para poner de nuevo Presidente en una no tan holgada votación, y ahora sí es que vamos a enderezar este país de la indecencia de tratar de perdonar a los malos y hacerlos reparar a las víctimas.

El campo se llena otra vez de injusticia, masacres; los guerrilleros se devuelven, unos a la ilegalidad y su rentable -aunque no exclusivo- negocio de las drogas, y otros excombatientes empiezan a ser cazados y asesinados; ya van cientos desde la firma de los Acuerdos de Paz. Los sindicatos de siempre programan su tradicional Paro Nacional, con la esperanza de que tenga el impacto o la trascendencia de aquel que le hicieron los transportadores y campesinos a Santos, y que paralizó el país por unos días. ¡Qué va, no pasará! decía yo; será como todas las protestas de este país, flor de un día.


Narrativas del Paro en Colombia | Parte II

 Acá es cuando la historia de nuestro amado y maltratado país empieza a dejar de ser tan predecible como yo la creía, porque el Paro de 2019 fue masivo e incluyó un primer gran cacerolazo espontáneo y entusiasta por la noche, en muchas grandes ciudades. La protesta fue motivada para exigir los cambios sociales y la paz necesitada, que se embolataron con el nuevo presidente Duque. La protesta es hermana de otras muchas protestas que surgieron ese año en el mundo, con pedidos similares. La protesta duró varios días hasta cuando los que se creían sus líderes fueron invitados a “conversar” con el gobierno, y los demás regresamos a nuestra rutina diaria.

Las protestas en Colombia dejan mártires, como en el caso del estudiante de colegio Dilan Cruz, quien según nuestra augusta Fiscalía “se le atravesó” a una bala que disparó un agente de control de protestas sociales, conocido como agente Esmad. ¡Qué mal por el muchacho! están diciendo las autoridades; no le iba bien en el colegio y además se le ocurrió ir a una protesta y cruzarse en el camino del inocente proyectil.

La protesta se paralizó en la espera de respuestas concretas del gobierno por el paro de 2019 y se pasmó con la pandemia, pero despertó un poco en Bogotá cuando unos policías asesinaron al ciudadano Javier Ordóñez y quedó en video para ser contemplado con horror por todo el mundo. Bogotá puso 13 muertos más durante estos episodios de septiembre de 2020 y fue evidente que existen los malos polis -que se ve ahora en video que sí los hay- y que fueron los culpables. También quedó la sospecha de que todos esos CAI quemados simultáneamente fueron en parte por un plan preparado de antemano, quién sabe por cuáles enemigos del orden, si los de un bando u otro, o una mezcla de todos.

Ahora la protesta despertó con fuerza en 2021. Llevamos una semana de imágenes inéditas e inolvidables para la historia del país. Muchos bandos presentes, muchos ciudadanos tan indignados que aunque no se puedan dar el lujo de marchar sí dicen tener paciencia a los que les bloquean las vías para volver a casa del trabajo. Muchos jóvenes organizándose por redes sociales y en los puntos de encuentro, que parecen tener ya interiorizado el mensaje de Garzón, y que la pandemia y el lastre de las políticas públicas han convertido en unos ninis, ni trabajo ni estudio ni futuro ¿qué tienen para perder? Nada. Para ganar, ya lograron tumbar la nefasta Reforma Tributaria y ahora van por la de la Salud… y por la renuncia de Duque.

La respuesta del gobierno ha sido muy efectiva para alargar la manifestación. Los colombianos en el exterior, que son muchos y están por todas partes, se han unido a la causa. El mundo ha puesto los ojos en Colombia y ha mostrado su solidaridad por las imágenes de horror de Cali y en otras ciudades, porque ahora tenemos decenas de mártires como Dilan y otros desaparecidos, heridos, o asesinados.

La justa indignación del pueblo alimenta los planes de revolución y caos de las organizaciones interesadas en eso, y la respuesta del gobierno con más represión y violencia alimenta la indignación del pueblo, así digan de dientes para fuera que van a volver a “dialogar” -ni siquiera negociar- con los que protestan. El círculo perfecto para alargar un proceso que pareció atravesar un punto de no retorno. Un punto en el que ya la mayoría entiende que la maldad no se reserva a un grupo específico, y la violencia en este país la pueden ejercer por igual a nombre de la justicia o de los intereses particulares porque la maldad no distingue para matar a un policía que cumple con su deber, a un ciudadano que protesta o a un guerrillero que libra su lucha.  

Los sindicatos, tan acostumbrados a sus marchas periódicas, se acomodaron al paro indefinido a pesar de que un inminente cuarto pico de contagios y hospitalizaciones por la pandemia les juegue en contra en el futuro cercano, por llamar a las manifestaciones en la calle. Los comerciantes y algunos gremios, a fuerza de cierres y restricciones, aprendieron el año pasado a salir a la calle a bloquear el transporte y a pedir para que los dejen trabajar. Ahora los marchantes del pasado no son vistos como unos simples vándalos; ahora saben que cuando las personas no son escuchadas no les queda de otra que la protesta, y en eso estamos.

 






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Natalia Díaz

Bogotana, profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana, promotora de lectura y docente de Humanidades en la escuela pública.

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