Publicado: 20/01/2019
Mamá Tuli: una vida llena de enseñanzas.
Por: Comité Editorial Lapislázuli.
No es habitual en Lapislázuli Periódico los homenajes póstumos, sin embargo, esta ocasión nos la marca la responsabilidad con nuestros lectores, colaboradores, voluntariado, y miembros fundadores, porque así queremos expresar gratitud a quien fue y sigue siendo inspiración para la formación de seres humanos más humanos, con su solidaridad, entrega y, sobre todo, por ser dadora de vida, de muchas enseñanzas y de infinita ternura. Esta imagen de Mamá Tuli nos permite escribir a muchas manos, como mensaje y orientación de quienes participamos en nuestra labor con los sueños de transformar la sociedad por una sociedad mejor, y nos servimos para ello al mostrar valores y cualidades que sugieren reflexión o ser apreciadas como guía.
Esta dedicatoria a Mamá Tuli, aunque sencilla es un reconocimiento a su labor, y con ella, a esas miles, millones de mujeres sembradoras de paz, amor, esperanza… de sueños, que sin patrocinios institucionales ni comerciales, solo inspirada en su propia naturaleza y sensibilidad, porque día a día se dedican a formar personas para el actuar en la vida, con riquezas espirituales y morales, ética, honradez, responsabilidad, sin pensar en reconocimientos o contraprestación alguna -y por supuesto, sin tenerlo- con excepción del agradecimiento de aquellos con las cuales compartió, y dejó en ellos una huella, como impronta que se incrusta en la propia vida y se transmite a través de las generaciones que mantienen viva esta formación. Por esto, nos obliga nuestra labor de periódico literario y cultural a mostrar como suave brizna al viento una labor profunda en enseñanzas en la educación del ser humano desde su infancia.
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Son muchas las historias que se arremolinan en los recuerdos sobre su vida y sus enseñanzas. Desde niña su anhelo fue su propia superación. En Plato, población rodeada de ciénagas al margen del gran río Magdalena, con riquísima flora y fauna nativas, donde la leyenda cuenta que un hombre se volvió caimán, donde las expresiones culturales, musicales, todo el folclor reinante creaba un ambiente propicio para la parranda permanente y la tranquilidad para el disfrute hoy -sin mayores preocupaciones por lo que sucederá en el mañana-, allí nació y creció Tulia, en un hogar integrado por su mamá Valentina y Armando, su hermano menor. Con muchas privaciones económicas, su riqueza espiritual brotó por las enseñanzas materna y floreció como integrante de las Hijas de María, que inspirarían su veneración permanente a Jesús y su vocación por la Virgen, actitud religiosa que contribuiría a su orientación católica.
Comprometida con su superación personal, en un contexto histórico y socioeconómico machista, ella se inspiró en ser partícipe activa, y atinó el mejor rumbo en su formación como maestra de escuela. Esta expresión en su actuar lo mostró durante toda su vida, en forma silenciosa, llenando vacíos, interviniendo en forjar seres humanos con dignidad y respetabilidad, buenos individuos para la sociedad.
Remembranzas |
Mamá Tuli cursó sus estudios pedagógicos en la Escuela Normal de Señoritas en Cartagena de Indias, e inició su labor en la escuela de niñas en su pueblo natal; su desempeño en el magisterio en escuelas públicas para la educación primaria de niñas y niños la ejerció durante 43 años, en Plato y Santa Marta en la región Caribe colombiana, y en Cajicá y Bogotá en el centro del país. En sus inicios en el magisterio y en actividades de integración escolar conoció al profesor Chan Jiménez, maestro de la escuela rural de varones de Plato, con quien se casaría, tendría sus hijos, y vivirían en pareja como esposos, padres y maestros durante 52 años de matrimonio.
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Orgullosa de su esencia caribe, extrovertida y alegre, preservó e indujo a valorar y a vivificar entre los suyos todas sus manifestaciones culturales, integralmente, y en sentir el orgullo por nuestras propias raíces, de nuestra propia cultura, y a la vez, de respetar y valorar las ideas y expresiones culturales, sociales o creencias religiosas diferentes a las de ella. Este rasgo de su personalidad tiene gran valor en la comunicación intercultural, con base en el respeto de las ideas y decisiones propias y ajenas, lo cual le valió mucho cariño y amistad en sus relaciones personales. Qué buena falta hace hoy continuar con esta labor, en un mundo globalizado donde los valores se difuminan con la agresividad comercial del poder del capital, donde el automatismo es servil de intereses mercantiles de quienes buscan homogenizar colectividades en beneficio propio.
Remembranzas
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Generosidad, otro de sus atributos sobresalientes. Su manifestación relevante en el dar sin ninguna pretensión personal, en su intención de ayudar a quien lo necesita, y lo que más destaca en ella en su empeño de pasar inadvertida, prefería el anonimato en muchas de sus acciones al dar, al favorecer, para lo cual se valía ocasionalmente de otras personas muy cercanas a ella -especialmente sus hijos- para hacer el bien, acción que puede ser visualizada en la imagen de la caña hueca de bambú como describe un gran maestro de Reiki, que permite que fluya la energía sin ser alterada, por la ausencia de ego, amor incondicional, y ayuda sin esperar nada a cambio. Así actuaba ella, con sus buenas intenciones, y sus obras.
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Describe el Nobel García Márquez a su idealizada Úrsula Iguarán en esa labor de hormiguita en extremo celosa de la armonía familiar, que mientras tuvo el dominio pleno de sus facultades, subsistieron algunos de los antiguos hábitos y la vida de la familia, y mantuvo hasta su edad centenaria una vitalidad que parecía imposible a sus años. Esta descripción, propia en mujeres con liderazgo innato, conduce al recuerdo de Mamá Tuli como eje de decisiones, porque sin incurrir a su jerarquía de madre o maestra, en la sencillez de su persona laboriosa, sus decisiones la asumían con firmeza. ¡Esto inspira a observarla con mucho respeto, con toda su grandeza! Alegre y responsable, delicada y frágil y en su esencia, con energía abrumadora que imprimía a sus acciones, y con la practicidad en el manejo de lo cotidiano que ella lo interpretaba en su inteligencia. Su fortaleza espiritual estaba en sus férreas convicciones, en sus decisiones, en sus enseñanzas permanentes. Aún en su edad madura, en el batallar cotidiano mostró siempre su firmeza de carácter, y ante su debilidad física mostró siempre su autoridad sin imposiciones, inspirada en el amor y respeto hacia ella, como respuesta a su grandiosa figura de madre y maestra.
Tulia Pallares Martínez de Jiménez fue siempre reconocida como Mamá Tuli por sus hijas e hijos, nueras y yernos, nietas y nietos, amigas y amigos de sus hijos, por su vecindario, como muestra de afecto que ella siempre inspiró. Gracias Mamá Tuli, el mejor homenaje que podemos hacerle no son estas líneas en nuestro Periódico, es el continuar sembrando amor, sueños, esperanza, con mucha generosidad tal como usted nos inculcó desde niños, y mantendremos su legado por siempre. ¡Gracias Mamá!
(Plato, 29 de junio de 1922- Bogotá, 30 de diciembre de 2018. Colombia)
He asegurado toda mi vida que Mamá Tuli es el Corazón de Dios, y así ha sido como Su representación en el amor hacia el otro, especialmente hacia el más necesitado. En apuros económicas de muchos, familiares, amistades, sus propios hijos, siempre estuvo dispuesta a dar lo que tenía, aun privándose a sí misma de beneficios. ¡Esto, con el sueldo de una Maestra de Escuela en Colombia! ¡Todo un milagro! Muchas personas recuerdan estas acciones y lo recuerdan para agradecer, y hacernos sentir a sus hijos, la grandeza de mamá en todo tiempo, especialmente cuando necesitaron de su apoyo. Otras, ni recordarán y ni agradecerán los favores: es entendible, forma parte de la esencia de muchos seres humanos, y de allí el gran valor en la enseñanza en el dar, en el hacer… sin esperar nada a cambio.
Estos recuerdos descritos de modo anecdótico muestran la sencillez en las acciones de mamá Tuli, no en luchas heroicas, no en relato de grandes hazañas. Refieren al relacionamiento en el marco familiar y en la escuela, de situaciones cotidianas y la forma como fueron abordados para superar las dificultades en el día a día, y señalar de manera singular la simpleza de la vida en un entorno sano, para formar individuos decentes, honestos, con profundo sentido de la responsabilidad y la ética, para una sociedad que respeta y hace respetar la diferencias, y ser soportes para la construcción de sociedades en Paz y del buen vivir.
Mamá Tuli vive en nosotros, en sus enseñanzas, en nuestros propios actos, en la guía para proceder cada instante, con nuestras hermanas y hermanos, familiares, con nuestras amistades, y aún, frente a desconocidos. Hoy somos adultos, somos mayores, y esa guía sigue su hechura en nuestros hijos y en nuestros nietos. Gracias Mamá. Dios la bendiga en Su Eternidad.
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