Parque de los Príncipes.
Por: Mauricio Rodríguez
(Francia)
"Entre el cielo y la tierra, sobre la hierba roja o azul, una tonelada de músculos revolotea en completo abandono de sí misma, con toda la presencia que esto requiere, de manera inverosímil. ¡Qué alegría, René, qué alegría! Y entonces puse a Francia y Suecia, a sus equipos en obra, y aquello comenzó a moverse un poco. Si encontrase un local del tamaño de la calle Gauguet pondría a rodar doscientos cuadros pequeñitos, para que el color haga ruido, así como los afiches que adornan la autopista nacional, saliendo de Paris"Carta de Nicolas de Staël a René Char, el 10 de abril de 1952.
El 26 de marzo de 1952, en el Parque de los Príncipes, se enfrentan en la noche parisina los equipos de Francia y Suecia. Nicolas de Staël, el hasta ahora pintor abstracto, se encuentra allí con su mujer, invitados ambos por el poeta (otrora surrealista) René Char. Pierde Francia 0-1. Más el marcador será lo menos memorable de aquella noche. El enfrentamiento de casacas y de luces en medio de la sombra nocturna causan tal choque visual en el pintor, que sale del estadio directo a su taller a plasmar lo visto allí.De Staël, maravillado con los colores, el ritmo y el movimiento, intenta recrear cada momento fijándolo en los lienzos a la manera de un fotógrafo, atrapando la armonía entre los cuerpos en la efímera acción de cada jugada y transcribiéndola sabiamente con el pincel y el óleo sobre la tela. Dejando un testimonio que va más allá de lo gráfico, en el que lo figurativo se imbrica en lo abstracto, suscribiéndose a contracorriente en un movimiento que luego tomaría forma y brío: el arte figurativo.
Y es que la serie de cuadros, bautizada sobriamente "Parque de los Príncipes", sufriría una fría acogida en el mundo pictórico de la época; tanto así que tras ser expuesta en el Salón de mayo de 1952, sus colegas y los críticos de arte del momento la tildarían de insulto y de manifiesto del arte figurativo, acusando a Staël de haber abandonado su búsqueda en lo abstracto.Quizás, se equivocaban, quizás no. Bien es sabido que en la larga Historia del Arte, así como en la otra Historia, lo de las fechas es cuestión de enciclopedias y de calendarios: al ver los cuadros llenos de movimiento, de color y de dinamismo, agradece el espectador a ese visionario y bucólico poeta francés el haber invitado a su amigo pintor a aquel partido.Porque los cuadros de Staël se ven hoy mejor que esos partidos que emiten las grandes cadenas de televisión en alta definición (y a veces en tercera dimensión, si el espectador, además de perezoso es un tipo aburrido); las pastas gruesas y finas, las pinceladas y los golpes de espátula que como cuchilladas poderosas intentan recrear el movimiento, logrando transportar al espectador al filo de aquella noche.Tenía razón Staël en su carta al poeta: puestos los cuadros uno tras otro, percibe uno el movimiento, al calor del óleo y de los lienzos. Lejos del frío mecánico y triste de la policromática pantalla.
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