Polaroid de los Ticuna: Presente de los hombres de negro en el Amazonas. Parte II

Por: Manuel Jiménez Schroeder - Coordinador ETNIAS.

Manuel Jiménez Schroeder 07/03/2016 16:29 PM Etnias
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Algunas crónicas de vieja data nos describen una región, que hasta no hace mucho era considerada como la más inhóspita del planeta; tan grande como el espacio ocupado por el continente europeo desde Portugal hasta Ucrania, ésta era una región que se extendía más allá de la civilización.  


Una tierra de misterio, de exuberante diversidad y riquezas naturales, cual si fuese la fotografía de un jardín botánico donde se destaca un resplandor de colores maravillosos junto a la profusión de formas exquisitas; pero que al mismo tiempo era un lugar en donde quien osara adentrarse, enfrentaba no sólo la crueldad de la aún no conquistada naturaleza de la selva tropical suramericana, sino que también debía hacer frente a un territorio gobernado por tribus de indios caníbales. Indios ataviados con extraños cortes de pelo y ornamentos faciales: plumas multicolores asomándose a través del lóbulo de las orejas, o en septo nasal; otros con los labios perforados para insertar en ellos discos de madera, o cubiertos con complejos diseños en brillantes tintes predominantemente negros y rojos. Estas costumbres les ganaron apelativos como orejones o encabellados y que, a juicio de los extranjeros, revelaban el evidente carácter salvaje y caníbal de los aborígenes, especialmente cuando éstos exhibían temibles collares de dientes humanos sobre su piel cobriza. 
Esta imagen de la Amazonía y sus habitantes se mantendría inalterada todavía en el Siglo XX como en los tiempos de Orellana. Las aguas del poderoso río Amazonas fueron surcadas en reclamo de la promesa de aquellos que llegaron con las carabelas y la nao comandada por Colón; promesa que para muchos se vio cristalizada en El país de la Canela, luego en el tan codiciado Dorado, pero así mismo, en la extracción de quina y en el lento gotear del látex del hevea brasiliensis, en la explotación y comercio del caucho y de la vida de miles de indígenas, que a pesar de sus diferencias culturales fueron reducidos bajo la percepción generalizada y simplificada de ser una “abundante fuerza de trabajo”, sometidos a un régimen de esclavitud y torturas, para que cumplieran con las cuotas exigidas por los caucheros. 
No obstante, tras la cortina de vegetación perdura la fascinación del viaje por las aguas del río grande y de la cautivante historia y cultura de sus pueblos. Dentro de toda esta inmensidad, en una zona de frontera reclamada por tres países de manera notable desde finales del siglo XIX -pero administrado por ninguno, también de manera notable-, hallamos el territorio ancestral de los hombres pintados de negro, quienes consideran la ceiba (el árbol de la vida) como padre de toda la creación y su propio origen, pues allí vivían los distintos clanes de aire y de tierra, a los que cada individuo se adscribe según prescripciones patrilineales.  
Los hombres pintados de negro o Ticuna, reciben su denominación etnónima gracias al fruto huito (gena) del cual sacan una sustancia de color negro que aplican sobre la piel, ya sea de manera uniforme o con distintos diseños sobre el rostro; es usada por los cazadores para tener éxito en el monte; también sirve como repelente y es deseado por sus propiedades en el cuidado del cabello, además de tener un lugar significativo dentro de los rituales. 
Tradicionalmente este pueblo se ha dedicado a la pesca, la horticultura itinerante y la cacería, como base de su economía, pudiéndose observar que en algunas comunidades aún se mantiene, no sin dificultades, la forma artesanal de pesca y siembra de la chagra. Sin embargo, el incremento del turismo en la región durante las últimas décadas ha llevado a que la elaboración y comercialización de artesanías se ubique como una importante actividad económica para lograr el sustento de las familias. El aumento de esta actividad ha sido, así mismo, un espacio a través del cual se pueden conservar la tradición, el gusto popular e identidad cultural, surgidas de la relación establecida con su medio ambiente. De este modo, las pequeñas tallas de delfines o de la fauna nativa, ofrecen el conocimiento de artífices que en su cotidianidad se han encargado de plasmar materialmente parte de sus tradiciones orales, de las cuales visitantes y compradores se vuelven partícipes a través de los circuitos comerciales. 
De esta manera, sobre yanchama (corteza seca de un árbol) los Ticuna evocan una de las historias más extendidas de la región, donde se menciona que, de vez en cuando, el delfín rosado sale del río Amazonas para enamorar a las mujeres más bonitas. Se dice que a la sazón de las fiestas llegaba gente extraña, de piel blanca y vistiendo sombrero, zapatos y cinturón; bailaban la noche entera mientras conquistaban a las mujeres para luego llevárselas en la madrugada sin que nadie volviera a saber de ellasi. Aunque esta historia ocurría hace tan sólo setenta años, hoy se le tiene como fantasía, pues la intensificación de las rutas comerciales y el ruido de los motores que transitan por el río, han llevado a que el delfín rosado se retire a lugares menos frecuentados por los humanos, prefiriendo mantenerse ocultos en las profundidades del Amazonas.  
Los nuevos ritmos de vida también han modificado paulatinamente usos y costumbres de los Ticuna quienes, tras el permanente contacto con una sociedad mayor que ejerce cada vez más influencia, han debido hacer importantes concesiones culturales. El caso más significativo quizá lo constituye la “pelazón”, ritual en el que la niña se vuelve mujer.  
Para los Ticuna la pelazón es la preparación para la vida en comunidad, con lo que se espera la niña sepa respetar, sepa amar, y así sea una mujer fuerte, de mucho valor. Antiguamente, con la menarquía la niña iniciaba su encierro dentro de la maloca donde, ajena a la mirada de la comunidad, aprendía a tejer y demás oficios diarios bajo la tutela de la mamá y sus parientes cercanos; culminaba un año o año y medio después cuando, entre las danzas de los visitantes ataviados con máscaras de animales, se recibía a la niña pintada de negro con la semilla rallada de huito; las abuelas alrededor suyo comenzaban a hacerle moñitas en el pelo mientras le daban la bebida de yuca bayabarú, para luego arrancarle los mechones de pelo a “jalonazos”. Esta práctica fue prohibida por las autoridades nacionales, debido a que hubo casos en que las muchachas murieron desangradas por las rigurosas formalidades del ritual. Con el propósito de disminuir conflictos frente a las autoridades nacionales, se logró un convenio entre las comunidades y las autoridades, por lo tanto, hoy en día el periodo del encierro es de sólo dos meses y no se arranca el pelo: en su lugar se utilizan tijeras. 
Por otro lado, de la interacción con las sociedades no indígenas también se derivan ciertos préstamos culturales que pueden ser provechosos para la conservación de la lengua propia. El reggaetón como paradigma musical ha impactado la escena internacional durante los últimos años y, a pesar de su potente componente homogeneizador en lengua española, encuentra su tributo entre los jóvenes indígenas de lengua Ticuna, quienes expresan en sus temas el interés por la preservación de la selva, la cultura y en su aspecto romántico, cantan a las mujeres que aman mucho- La incursión en esta música va acompasada con ritmos de carácter más folclórico, como la cumbia y el forró heredados de sus padresii. 
Otro caso sugerente es la iniciativa de traducir el programa de televisión “El Chavo del Ocho”iii al Ticuna; aunque constituye un ejercicio individual y aislado dentro de las comunidades, encuentra su valor al mostrar alternativas educativas de las próximas generaciones, manteniendo vivo el uso de la lengua indígena, a pesar de la injerencia de otras sociedades; más aún, permite plantear los retos que enfrentan las comunidades en su proceso de proteger y mantener la cultura, al igual que de reflexión sobre los mecanismos adecuados, incluyendo la apropiación de elementos foráneos, con los cuales logren reconfigurar sus modos de vida propios, bajo la idea de lograr unas condiciones de vida acordes con los contextos socioculturales.

I Se recomienda leer Relato del Hombre Bufeo, en esta Edición de Lapislázuli Periódico.
II Ver Reggaeton Ticuna- Guildy Blan, en esta Edición de Lapislázuli Periódico. ]
III Serie creada y protagonizada por el Roberto Gómez Bolaños (México, 1929-2014).

 



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