Publicado: 05/03/2018

El fútbol: una pasión que nos vuelve locos

Por: Roosevelt Castro B.

"No hay lugar en el mundo donde un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de fútbol". ALBERT CAMUS.

 

"Debuté en 1928 con el club deportivo Montpensier y pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida. Después, en el Racing de la Universidad de Argel estaba encantado. Lo importante para mí era jugar. Me devoraba la impaciencia del domingo al jueves, día de práctica, y del jueves al domingo, día del partido (...) Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé acerca de moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol", ALBERT CAMUS.

"El hombre es plenamente hombre cuando juega"

FRIEDERICH VON SCHILLER.

 

La cita mundialista con el balón en el continente africano trasladó a la humanidad a un Alzheimer de vida, literalmente hablando: los aficionados del futbol olvidamos aquellos fracasos, derrotas, llantos, tristezas. Por el contrario, recuperamos la memoria después del pitazo inicial del usbeko Ravshan Irmatov, en el partido inaugural entre Sudáfrica y México. Sí, sentimos ansiedades, los grandes deseos por el triunfo. Así mismo, volvimos a desbordar la pasión por la pelota y el juego en donde tuvimos discusiones, posiciones encontradas con amigos y compañeros. Escuchamos en las calles el análisis pormenorizado de cada partido, de cada toque, de cada jugada, de todos y cada uno de estos sesenta y cuatro partidos que nos hicieron vibrar de la emoción. Fue un mes en el que sólo la magia del fútbol tuvo la capacidad de transportarnos y llevarnos a otras dimensiones, las de la locura y nos hizo olvidar todo aquello que nos afecta. ¡Qué nos importan los análisis de los intelectuales! Sí, aquellos que con sus sesudos discursos quieren obnubilar u opacar el poder que tiene "la lunareja" entre nosotros, sus seguidores. Esos calificativos de "pan y circo", como las metáforas más recurrentes y "cuerdas" de sus análisis, o los odios de Borges al balón: asevera el gran maestro gaucho que "el fútbol es un deporte estéticamente feo: once jugadores contra once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos.

Mucho más lindas son las riñas de gallos". De la misma forma, los dictados de Vargas Llosa de ver "el fútbol como nuevo opio del pueblo", parafraseando las tesis de Marx a la religión, hace ya más de una centuria, ó los planteamientos de Juan Vilorio que indican que "Para colmo, el más popular de los deportes se juega con los pies, lo cual se opone a la historia de la evolución. El hombre desciende de un homínido que comía frutas y era incapaz de servirse del pulgar oponible; en consecuencia, una actividad que cancela el uso de las manos semeja un retorno a la barbarie". Todas estas disquisiciones, no tienen cabida en nuestra loca cabeza futbolera. Por eso no podemos entender a Borges, Vargas Llosa o Vilorio. La magia de la pelota, que cada 4 años en un Mundial de Fútbol, nos hace recordar y vivir jugadas como los enganches del mago Leonel Messi, los tiros libres del bien parecido y símbolo sexual Cristiano Ronaldo, los goles del bombardero Rooney, las atajadas del joven portero español Casillas, y toda la magia del astro brasileño Kaká, dejan en fuera de lugar los racionales comentarios del mundo intelectual. "La patria es el equipo de fútbol", dijo alguna vez Albert Camus. Y es que pensador francés de origen argelino no se equivocó. Igualmente, sentenció el escritor galo que todo lo que aprendió de la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debía al fútbol. Tampoco erró aquí Camus.

Toda la alegría de los aficionados que colmaron las tribunas de los remodelados estadios sudafricanos y toda la demás infraestructura que llevó la pasión a todos los continentes a través de los más de 15000 periodistas acreditados por FIFA en los más de 6000 medios escritos, canales de televisión, emisoras radiales, Internet, blogs, y demás medios de comunicación, con el único objetivo de informar al mundo el acontecer diario del gran evento Sudáfrica 2010, fue "un cariño verdadero que ni se compra, ni se vende", como diría la letra del pasodoble español, de Manolo Escobar y no una camisa de fuerza para estos locos de atar, llamados tiffosis, forofos, hinchas o aficionados al mundo del balón. Fuimos muchos los aficionados que madrugamos a disfrutar de una magistral inauguración y en particular nosotros los colombianos, quienes vimos nuevamente cómo las esperanzas de asistir al magno evento se esfumaron, al conocerse que el combinado patrio no alcanzó los puntos necesarios para asistir al Mundial. Cada uno de nosotros escogió su equipo, sus jugadores; elaboramos las llamadas "pollas mundialistas", estuvimos pendientes del televisor, el radio, la internet, los periódicos y cada día nos levantamos con la ilusión que nuestro equipo del alma lograra una victoria, un punto que lo llevara a la siguiente ronda.


Igualmente, escuchamos aquellas personas desprevenidas que se preguntaban: ¿Y a todos estos qué les pasa? ¿Les faltarán algún tornillo?, pero no señores, no nos pasaba nada: sólo la pasión del fútbol que nos volvió locos, nos transportó a otras dimensiones y durante estos treinta días sólo hablamos de goles, gambetas, pases, tiros libres, enganches, desdoblamiento, saques de meta, cabezazos, faltas, fueras de lugar y todo lo que tuvo que ver con la magia del balompié mundialista y su gran reina…"la número 5".
Ahora, cuatro años de espera más para que el mundo vuelva a girar en torno a un balón de fútbol… sin tiempo para detenerse.

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Roosevelt Castro B.

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